Sudáfrica elabora vinos desde el Siglo XVII y es conocida mundialmente por sus Sauvignon Blanc frescos y aromáticos. Adentrarse en sus tierras vitivinícolas es caer rendido a los pies de este magnífico país que es Sudáfrica. No solamente por la calidad creciente de los vinos que elabora, sino por su gastronomía, la amabilidad de los sudafricanos y una auténtica revolución en el ámbito del turismo gastronómico que está atrayendo a turistas de todo el mundo.
Por Glòria Vallès
Una visita más que memorable. Así podemos definir nuestro paso por Reyneke Wines en Stellenbosch, segunda región productora de vinos de Sudáfrica. La bodega de Johan Reyneke fue la primera en el país en recibir el certificado de producción biodinámica en 2004, y sus vinos no dejan indiferente. Todo el trabajo en la finca es manual y las técnicas que se utilizan en la elaboración siguen los criterios propios de una elaboración biodinámica: sin químicos (ni herbicidas, ni pesticidas ni fungicidas), sin avances tecnológicos y con un gran respeto por la tierra y el entorno.
Con ello además de lograr ser una bodega sostenible, Reyneke Wines ofrece trabajo a un buen número de trabajadores – el trabajo es escaso en Sudáfrica – y elaborar un vino que rinde homenaje a todas las mujeres y hombres que cuidan el viñedo de Reyneke Wines con sus manos: Cornestone. Esta gama de vinos es en sí misma un proyecto de desarrollo local, que además de garantizar un buen vino para los consumidores, permite a las familias de trabajadores en la finca recibir ciertos beneficios sociales. Tanto en esta gama como en las demás certificadas como biodinámicas, se utilizan fórmulas minerales y orgánicas para combatir las plagas mediante la mejora del suelo y el aumento de la vida animal.