“Més que un Priorat, un privilegi” (“Más que un Priorat, un privilegio”) es el lema de la bodega Marco Abella. Con él quieren resumir cuál es su espíritu y su sentimiento. Un claim con el que reflejan no solo sus tierras, sino toda una zona de viñedos que se ha posicionado como un lugar único en el mundo: El Priorat.
Por Luisa Ramos
La historia empezó hace muchos años. Los registros del primer censo de Catalunya, en 1497, ya tienen constancia de la finca propiedad de la familia Marco. Es de la mano de Ramón Marco Abella, nacido en 1898, cuando las fincas reviven. Su fe en estas tierras le llevaron a cultivarlas hasta que perdió la lucha contra la filoxera.
Pero sus vides no murieron, tan solo quedaron latentes, como a la espera de alguien que las rescatará de ese letargo. Fueron David y Olivia quienes, como si de un príncipe azul se tratara, besaron la licorella y las cepas para despertarlas.
Ellos heredaron las viñas de la familia en un momento en que que ya estaban en desuso, un patrón que se repite en muchas familias de El Priorat marcando el futuro de éstas. Algunas de las segundas generaciones de estas familias están ahora retomando las tierras que cayeron en el abandono, movidos quizá por el romanticismo de hacer vino o por recuperar un cultivo que les ayude a salir de la vorágine de Barcelona, huyendo de aquello que en su momento fue la salvación de sus abuelos. Una vida rural más llena de sentido, espacio y paz que en las grandes ciudades no podemos lograr.
David y Olivia pasaban los veranos en el campo, en sus tierras y cuando llegaba la hora de volver a la rutina siempre lo hacían con cierta pena y con una asignatura pendiente: “deberíamos hacer algo con todo esto…”
Y llegó el momento y así fue. Decidieron tomar las riendas de su futuro y apostar por revivir la viña de su finca de El Priorat, para volver a hacer vinos en las tierras de su familia. Así fue el renacer de la propiedad que es hoy Marco Abella.
Fueron paso a paso. Primero empezaron replantando y vendiendo la uva a otros productores, convirtiéndose en un producto muy solicitado gracias a su alta calidad. Esta gran demanda les animó a intentar hacer sus propios vinos. Un intento que a día de hoy se ha demostrado que fue todo un acierto.
Progresivamente decidieron dejar de vender la producción, entrando cada vez más uva en su propia bodega para elaborar vinos propios, y empezaron dedicando esta uva a su primer hijo “Clos Abella”.
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